Cerró los ojos en paz

Por Mario Vázquez Puga. BCC/D.EOL

Resumen

El presente artículo aborda el significado espiritual, psicológico y pastoral de la expresión “cerró los ojos en paz” como símbolo de la reconciliación interior y de la trascendencia en el proceso de morir. A partir de una mirada integradora —biológica, emocional y teológica—, se reflexiona sobre la paz como signo de plenitud espiritual, sobre el acompañamiento compasivo en el tránsito de la vida a la muerte, y sobre la experiencia del morir como acto de fe y comunión con lo eterno.

1. Introducción

La muerte, en su dimensión humana y espiritual, no constituye un acontecimiento aislado ni abrupto, sino una etapa natural del ciclo vital. En muchas tradiciones religiosas, especialmente en la tradición cristiana, el morir es comprendido como un acto de retorno al Creador, un tránsito que, lejos de significar aniquilación, representa plenitud. Decir que alguien cerró los ojos en paz encierra una profundidad que trasciende lo físico: expresa una experiencia espiritual de rendición, aceptación y encuentro.

La presente reflexión busca examinar esta expresión desde una perspectiva pastoral y teológica, vinculando el concepto de “morir en paz” con los procesos psicológicos del desprendimiento, el acompañamiento espiritual y la vivencia de fe ante la muerte.

2. El sentido espiritual de la paz en el morir

La paz en el morir no se define como ausencia de sufrimiento, sino como un estado de armonía interior y reconciliación. Esta paz es fruto de un proceso de integración: la persona ha logrado aceptar su historia, sus heridas y sus límites. Desde la espiritualidad cristiana, la paz última proviene de la confianza en Dios, del abandono en sus manos y del perdón recibido y ofrecido.

En los Evangelios, Jesús mismo muestra este proceso cuando dice: “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu” (Lc 23,46). En esa entrega final se revela la serenidad del alma que ha cumplido su misión. Por ello, morir en paz no es un evento repentino, sino la culminación de una vida vivida con sentido y reconciliación.

3. Dimensión psicológica y existencial del cierre

Desde una perspectiva psicológica, el acto de “cerrar los ojos” simboliza el desprendimiento del control, el abandono del esfuerzo y la aceptación de la vulnerabilidad. En las últimas etapas de la vida, el cuerpo inicia un proceso de ralentización natural: la respiración se vuelve más profunda o irregular, los sentidos disminuyen, y la conciencia oscila entre la vigilia y el descanso.

El morir en paz requiere un entorno emocional seguro, libre de angustia y de presiones. La serenidad del entorno favorece la serenidad del alma. El acompañamiento empático —propio del doula, cuidador o capellán clínico— ofrece la contención afectiva necesaria para que la persona pueda reconciliarse consigo misma y con la vida.

4. El acompañamiento compasivo como mediación pastoral

La pastoral del acompañamiento al final de la vida se funda en la presencia, la escucha y la compasión. No se trata de intervenir, sino de estar con. El capellán o acompañante espiritual representa, en ese espacio liminal, el rostro de la misericordia divina. Su tarea es facilitar la paz interior, ayudar a liberar miedos, promover el perdón y sostener la esperanza de trascendencia.

El Papa Francisco, en su mensaje para la Jornada Mundial del Enfermo (2022), recuerda que “la cercanía es el bálsamo más valioso que alivia la soledad y el sufrimiento”. Acompañar el morir es, en sí mismo, un acto pastoral de comunión: estar presente ante el misterio de la muerte es afirmar la dignidad del ser humano hasta su último respiro.

5. La paz como signo teológico de trascendencia

Teológicamente, morir en paz expresa la plenitud de la comunión con Dios. Cerrar los ojos no es un gesto de final, sino de apertura: quien los cierra aquí, los abre a la eternidad. Esta visión encuentra eco en la espiritualidad mística, donde el alma, liberada de su condición temporal, se une a la Fuente de todo amor.

San Juan de la Cruz describe este instante como la “llama de amor viva” que consume y transforma. Morir en paz, entonces, es ser consumido por el amor de Dios, unirse plenamente a su voluntad. Desde esta comprensión, el morir en paz se convierte en un testimonio de fe y esperanza para los que permanecen.

6. Conclusión

Decir que alguien cerró los ojos en paz es reconocer que su vida alcanzó la madurez espiritual suficiente para entregarse. En esa entrega se manifiesta la culminación del proceso humano de amar, perdonar y confiar. Para los acompañantes —familiares, cuidadores, capellanes o doulas—, ese momento constituye un aprendizaje profundo: la muerte no es enemiga, sino maestra.

El acompañamiento espiritual al final de la vida no busca evitar la muerte, sino facilitar la paz del alma. Quien cierra los ojos en paz deja tras de sí una herencia de calma, reconciliación y fe. Su partida se convierte en una proclamación silenciosa: la vida no termina, solo se transforma.

Referencias bibliográficas

  • Biblia de Jerusalén. (1998). Evangelio según San Lucas 23,46. Desclée de Brouwer.

  • Kübler-Ross, E. (1975). Sobre la muerte y los moribundos. Barcelona: Grijalbo.

  • Francisco, Papa. (2022). Mensaje para la XXX Jornada Mundial del Enfermo. Ciudad del Vaticano.

  • Frankl, V. E. (1991). El hombre en busca de sentido. Barcelona: Herder.

  • Nouwen, H. J. M. (1994). El camino del corazón. Madrid: PPC.

 

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